Cuerpos domesticados
01/05

El cuerpo de la mujer ha sido domesticado y moldeado a lo largo de la historia, según los referentes canónicos de cada época. Deambulamos desde nuestros cuerpos reproductores, generosos en carnes y vulva magnánima, a cuerpos frágiles, filiformes y transparentes, casi enfermos.

El dominio del cuerpo femenino se evidencia en su estética controlada, que actúa como espacio de poder perturbando su auto aceptación y sus relaciones con la sociedad. Se erige como un muro divisorio entre un fragilizado plano interno y un mundo externo que exige requisitos de aceptación, a través de símbolos y referentes estéticos que imponen un régimen homogéneo de belleza, creando la peligrosa ilusión de un pensamiento único sobre lo considerado bello.

Los cuerpos cosificados se han convertido en un interesante y millonario mercado, al margen de cualquier preocupación ética. La publicidad, las redes y las convenciones sociales ejercen una violencia legitimada, disfrazada de inocencia, que encuentra víctimas propicias y rentables a niñas, adolescentes y mujeres adultas. Cuerpos que no envejecen, rostros que no se arrugan ni manchan, barrigas planas y siluetas perfiladas, a pesar de partos cercanos, configuran un ideal estético que te promete felicidad y éxito.

Estos invasivos y poderosos paradigmas de belleza ejercen un perverso control de la mujer, y de la sociedad en general, debido a que sustraen el sentido de lo bello del ámbito del gusto, para darle un estatus autoritario y hegemónico de “verdadera belleza” a un tipo de estética sobre otros.

En esta exposición, las artistas Charo Artadi y Elena Candiotte, encaran esta problemática desde una óptica sensible, plástica y crítica. A través de sus lienzos y esculturas, realizados en diversos soportes y materiales, nos invitan a percibir y cuestionar realidades institucionalizadas.

Las obras de Artadi nos remeten a la mar y sus ambivalencias, cuerpo de agua salada que, así como acoge, destruye. Sus lienzos están impregnados de recuerdos de infancia con olor a mar y del amor paterno de un recio marinero que surcaba olas para recopilar aventuras y proveer sustento. Charo vuelve tras sus pasos buscando reencontrarse con tiempos de inocencia y libertad, de belleza sin perfecciones ni condescendencias.

Elena Candiotte, a través de sus piezas en cerámica en alta temperatura, donde el color es resultado del azar, nos invita a una reflexión sobre la historia y la subjetividad de la memoria que cada cuerpo carga. Sus esculturas en vidrio visibilizan el peso que los roles dejan en nuestros cuerpos y en nuestro propio auto entendimiento. El uso de elementos, que evocan recuerdos y vivencias de otros tiempos, se convierte en fragmentos de memorias, en encuentros emocionales colectivos e individuales.

Charo y Elena nos proponen una reapropiación del sentido y dimensiones de nuestros cuerpos, redimiéndolos de paradigmas estéticos que más bien actúan como sistemas de control social.

Yessica Hernández
Comisaria

Agua Marina
34 x 27 x 21 cm
Azur
29 x 23 x 16 cm
Isidora
22 x 21 x 16 cm
Jade
22 x 21 x 17 cm
Opalo
29 x 21 x 15 cm
Petra
35 x 25 x 19 cm
Tierra
36 x 29 x 21 cm
EQUIPAJE

Espejo antiguo, cepillo de cabello en peltre bañado en plata, cofre de bronce, pedazo de lámpara de cristal soplado. La pieza consta de un montaje donde estos elementos se encuentran sobre elevados sobre un soporte creado básicamente por vidrios y cristales que proyectan luz y transparencias.

El espejo y el cepillo están ubicados en una suerte de desequilibrio, y de cierta fragilidad, que sugiere un instante. La obra se presenta una forma piramidal que proyecta elevación. Coronada por un asa representativa del equipaje, hace énfasis en su condición de objeto embalado, listo para ser transportado.

MEMORIAS

Esta pieza representa dos aspectos opuestos de la vida. Una faz sombría, de tonos cobre, en cuya base se ubica la caja de cristal que abriga grandes y antiguos clavos, símbolo de luchas y dificultades, sobre ésta se encuentra el mecanismo de un reloj, la precisión del tiempo, las agujas del mismo aparte, señal de que pasamos por la vida sin consciencia de nuestro tiempo. Una flor en vidrio recompuesta que nace de un clavo, la esperanza, la sobrevivencia, la reconstrucción sobre el dolor.

La faz opuesta representa la claridad; las ataduras relacionales representada por los cubiertos; lo efímero representado por la perfección del hilo enrollado, la belleza del objeto banal, la delicadeza de los detalles, puntos de encuentro en los que coincidimos a nivel colectivo a pesar de nuestras diferencias.

COLLARES IMPRACTICABLES

Estas esculturas están compuestas por elementos en vidrio que, con el paso del tiempo, perdieron sentido, convirtiéndose en objetos vagantes, desmembrados, desalojados, empero, debido a sus formas, se relacionan armónicamente entre sí, ordenados en una secuencia en la que no existe necesariamente una correlación de épocas y estilos, creando una nueva estética.

Los Collares Impracticables ofrecen una lectura vasta de significados ligados a la belleza, la posesión, a la carga de nuestras herencias familiares y sociales. Son elementos perforados que permiten ser atravesados, unidos, atados; convirtiéndose en una suerte de rosario de posesiones y roles que nos engalanan, pero al mismo tiempo nos someten.

Conceptuada como una Serie de Collares de Memorias, es una reflexión sobre la continuidad -concreta, imaginaria o emotiva-, de nuestros apegos y representaciones, como símbolos identitarios de nuestra individualidad.