
Arquitecta de profesión y oficio, Alma Haro juega con la tridimensionalidad y la elevación. Planos, y capas que se sobreponen. Luces y reflejos que interactúan. Ninguno prevalece sobre el otro. Las partes se convierten en un todo que predomina y unifica. Lo que observamos es el resultado del conjunto, una unidad.
El mundo plástico de Alma Haro pretende congelar lo efímero con la intención de detener el momento y perpetuar el instante para conseguir disfrutarlo siempre. Así nos regala, entre otras obras, atardeceres donde podemos ver el viento rozando la superficie del mar, creando pequeñas ondas.
Alma Haro entiende que uno solo se conoce a través de sus reflejos, ya sea el proveniente de un espejo, o de la mirada e interacción con los demás. De allí la naturaleza reflectante de sus piezas; los materiales escogidos por la artista reflejan al observador haciéndolo partícipe de la propia obra.
Para ser conscientes de la levedad es necesario el contraste y éste está presente en los materiales utilizados por la artista para ejecutar esta muestra. Vidrio, metal, piedra y resina, conforman ambas caras de una misma realidad, como extremos que se juntan y forman un círculo lleno de ambivalencias, como la propia vida.
La levedad tiene que ver con la falta de gravedad, en todos sus aspectos. Se centra más en el mundo de la luz y sus reflejos. Sin embargo, sus obras incluyen también algunos trozos de piedras, que actúan como una especie de cables a tierra para descargar tensiones, y también para mantenerla conectada.
La resina le remite a las emociones, ambas son líquidas, fluctuantes y variables, según la intensidad de sus componentes; al mezclarlos se produce una reacción, la resina líquida se solidifica. La emoción si no fluye, se paraliza y adquiere un peso en nosotros.
Son las disparidades las que ponen en evidencia la belleza y a su vez describen las cosas. Alma Haro nos propone en “Levedad” despojarnos de nuestros pesos y reconocernos en nuestros propios reflejos.
Yessica Hernández
Comisaria