El reencuentro solo es posible si va acompañado de la memoria, de la capacidad de recordar y evocar experiencias pasadas. Así, el reencuentro implica un retorno, un volver a un tiempo, a un lugar, al otro o a uno mismo, desde una distancia marcada por un tiempo y un espacio que, inevitablemente, modifica los estados anteriores.

Esta exposición es un REENCUENTRO de artistas que se conocieron e hicieron amigos, hace ya varios años, en los claustros universitarios, formándose para ser artistas plásticos. Seis artistas que nos proponen seis maneras diferentes de entender el paso del tiempo y la distancia, y su efecto en las relaciones y en uno mismo.

Andrea A. Saura Amaya, Alejandra Pareja Brey, Cristina Bielsa, Laura M. Melero Fischbach, Marina Descalzi Guercio y UDE AutumnLeaf, se sirven de elementos naturales, colocados físicamente, intervenidos o representados de manera figurativa y abstracta, para conferirles una carga simbólica que actúa como vehículo de recuerdos, emociones y meditaciones.

Andrea A. Saura Amaya, (Punto Fijo, 1992), sus obras son microcosmos personales elaborados con fotografías, flores, ilustraciones digitales y espejos, enlazados por hilos rojos que funcionan como elemento conductor de su propia introspección. En esta serie explora el reencuentro de su yo íntimo con la naturaleza, convirtiéndose en un diálogo consigo misma. Sus obras, cargadas de simbolismo, nos remiten a la subjetividad de la artista y nos invitan a explorar la nuestra.

Alejandra Pareja Brey, (Caracas, 1995), a través de la ilustración digital convoca a personajes de tres generaciones diferentes para narrar sus historias y evidenciar sus ímpetus. En esta serie sus obras sugieren un carácter onírico que, así como celebran recuerdos, evocan también un firme deseo de fortalecer y perpetuar el instante, siempre enmarcado por una atmósfera que alude a lo sensorial. 

Cristina Bielsa, (Madrid, 1994), su obra versa sobre el recuerdo y la memoria desde una perspectiva personal, pero que también forma parte de nuestro inconsciente colectivo. Sus trabajos nos remiten a mosaicos, con motivos botánicos, que actúan como diagramas simbólicos, hechos sobre seda, de recuerdos y añoranzas de su infancia y adolescencia, representadas por motivos naturales típicos de las diferentes estaciones del año y de algunos lugares por los que siente especial arraigo. 

Laura M. Melero Fischbach, (Barcelona, 1992), sus obras son oraciones materializadas, producto de la profunda relación espiritual que mantiene con Dios. Sus trazos son realizados de manera armoniosa, con lentos movimientos abstractos, intuitivos y repetitivos que fluyen como el mar y la sumergen en un profundo estado de meditación y oración. Así sus líneas actúan como el rezo del rosario, hechos desde la calma de la oración y de la fe.

Marina Descalzi Guercio, (Madrid, 1990), de corazón y raíces argentinas, sus obras son piezas con carácter simbólico y poder evocador, en ellas se convocan la pintura, la escultura, a veces, la fotografía, junto a elementos naturales preservados, orgánicos e inorgánicos, así la artista reivindica la unidad del todo y al humano como parte de ella, desde la paridad, sin supremacías. En esta serie presenta obras que hablan del reencuentro consigo misma, es un volver a sus recuerdos y querencias, unidas por hilos de bordar que heredó de su abuela argentina.

UDE AutumnLeaf, (Madrid, 1994), la comunicación y la intimidad son ejes centrales en su obra. Al ser un artista conceptual figurativo se sirve de metodologías de caligrafía para, a través del flujo y ritmo de sus trazos, otorgar legibilidad a las discordias que los reencuentros puedan suscitar. Su obra parte de experiencias y testimonios personales, propios y ajenos, cuya identidad reemplaza con flores hechas con spray, las que a su vez cierran la obra. De esta forma habla de lo personal para hacerlo general, invitando así al espectador a hacerse partícipe de la obra.

La distinción entre pasado, presente y futuro es un elemento fundamental en la concepción del concepto tiempo, sin embargo, en la subjetividad esta distinción suele ser imposible, esos tres momentos se vuelven líquidos y fluyen en nuestra consciencia, modificando, en cada reencuentro, la visión que tenemos del otro y nuestra propia autorefencia.

Yessica Hernández

Historiadora del arte